sábado, 3 de mayo de 2008

La familia Rozitchner, por Tomas Abraham

Todo comienza cuando el periodista Horacio Verbitsky dice en una nota en pagina12 que Alejandro Rozitchner es la desgracia de su familia. Haciendo clara diferencia con su padre. Tomas Abraham fue alumno de Leon Rozitchner (padre de Alejandro) a mediados de los 60 y luego jefe de la catedra en donde Alejandro daba clases en la UBA. Cuenta su relacion con padre e hijo. Al final de la nota Ximena, la mujer de Alejandro deja un comentario.




Por Tomas Abraham:

En la nota de Horacio Verbitsky en el diario Página 12 del último domingo, habla del futuro de Jorge Telerman y le recomienda no quedarse encerrado en la coalición cívica “libertadora”, al lado del “insomne” Sebreli y de la desgracia de la familia Rozitchner. Conozco a esta “desgracia” hace veinte años. Lo vi trabajar y enseñar en nuestro común trabajo académico universitario y en el Colegio Argentino de Filosofía. Por aquella época, a mediados de la década del ochenta, en una de esas jornadas que se me ocurría armar, como esa de “Por qué no soy….”, en las que Alejandro Rússovich debía responder al ¿Por qué no soy Witoldo Gombrowicz?, él, su amigo intelectual más cercano durante la estadía del polaco en la Argentina, a Alejandro Rozitchner le tocó el: ¿Por qué no soy León Rozitchner? Sólo recuerdo el comienzo de su respuesta, que fue, como las otras, de una hora de conferencia: “porque escribo mejor que él”.


Mi relación con Alejandro siempre fue tensa y afectuosa. No hace mucho tiempo tuvimos un altercado. Se disgustó conmigo porque me burlaba de los grandes empresarios y sus utopías de bienestar compartido. Me increpó diciéndome que reír era fácil. Le respondí que tampoco era difícil ser un dominicano inquisidor. En fin, no fue agradable. Con León, la historia es más larga y mucho más esporádica. Comenzó en mi adolescencia cuando buscaba un profesor de filosofía sartreano, y recalé en uno de sus grupos, en el que estuve una sola clase. No me disgustaba, pero me fui del país.

Más tarde también tuvimos altercados. Recuerdo en una mesa redonda en donde me atacó diciéndole a la gente “que no sabía cuál había sido mi actividad” en los años del Proceso. No le contesté, sólo critiqué con vehemencia a los responsables ideológicos del delirio guerrillero, de su obstinación y falta de autocrítica. Pero no pudimos dejar de darnos la mano bien fuerte al final.

Hemos compartido algún buen encuentro últimamente, en una cena en Rosario, hemos perdido un amigo en común, así van las cosas.

No tengo idea de la relación que tienen entre sí los dos. Debe ser de una especial intensidad. Han vivido juntos experiencias que no se borran. Alejandro estuvo con su padre durante el exilio en Venezuela. De eso no sé nada más.

No creo que León sea una desgracia para Alejandro y viceversa. Los veo parecidos en algunas cosas. Los dos son guerreros. Extreman sus posiciones. Les cuesta matizar. Los dos son intelectuales que hacen de sus ideas un instrumento crítico, a pesar de que la palabra crítica no le guste a Alejandro.

Este parecido lo tienen en dirección contraria. León denuncia a la derecha, y Alejandro a la izquierda. Y no se juntan en el medio, por supuesto, no hay término medio para un dispositivo así, más bien hay choques.

Muchos odian a Alejandro. Hay quienes lo acusan de traición, no le perdonan llevar el apellido de un filósofo argentino muy estimado por la izquierda intelectual, les encantaría que se callara la boca y le pidiera humildemente perdón a su padre. Las palabras de Verbitsky resumen este odio generacional.

Estar al lado de Grondona no es una buena presentación cultural para nadie. Él lo hace igual, no tiene reparos mientras lo dejen decir lo que piensa. Lo he visto en el programa en una actitud más bien de silencio, haciendo comentarios algo banales y poco comprometidos, y otras en que, a pesar de Grondona, atacaba a personajes nefastos de la derecha. Jamás lo vi transigir con las excusas dadas de su accionar por procesistas, patistas o justificadores de la tortura.

Pensé en la satisfacción que debía tener Grondona en ver a un hijo de un padre subversivo enderezado y recuperado por las buenas costumbres. En las últimas elecciones porteñas hizo pública su elección. No sólo no le asusta Macri sino que lo apoya y colabora con él. Como lo hace con sectores empresarios, y lo hace con jóvenes estudiantes con ganas de leer a Nietzsche, su filósofo preferido.

Inaceptable mezcolanza para la gente que discrimina lo serio de lo nefasto y que le resulta no sólo exótico sino oportunista y escandalosa esta combinación.
Una vez presenté una novela de Alejandro que tenía que ver con la marihuana. Hablé yo y la modelo Dolores Barreiro. Tocó con su grupo Juan Acosta, creo que Alejandro acompañaba con el bajo. Admirador de Spinetta, casi fanático, hace una campaña ideativa por el pensamiento positivo y la puesta en tela de juicio de los valores de la juventud maravillosa. A veces coincidimos, otras nos distanciamos. Pero nos abrazamos cuando nos vemos.

En mi opinión el espíritu afirmativo de Alejandro no tiene nada de new age, tampoco de nietzscheano, es la protesta encarnecida contra la generación de su padre. De una lucidez muchas veces implacable, así que no da para un psicoanálisis apurado.

León siempre fue un león. Casi nunca coincidimos. Lo que dice es lo que dijo y aquello que dirá. He leído algunos de sus textos. Piensa por sí mismo. No busca grupos protectores ni mira a quien mira para ser aprobado antes de emitir su pensamiento. A veces va contra toda la izquierda, como durante la guerra de Malvinas. Hay libros que tengo a mano, que espero leer un día, como el de su visión del cristianismo. El modo en que combina Marx y Freud me parece llevarlo a las cumbres de un cierto encierro conceptual, dogmatismo e interpretaciones difíciles de seguir. Es un neohegeliano a la manera del último Sartre. Pero esta nota no tiene por finalidad hacer diagnósticos filosóficos. Es un hombre franco y siempre dispuesto al debate.

Me gustaría que cuando un periodista como el citado insulta a su hijo, usando descaradamente su nombre, salga a defenderlo públicamente.

Fuente:http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2007/06/28/palos-y-astillas/

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Comentario que deja Ximena, mujer de Alejandro, a partir de lo escrito por Tomas Abraham:

Valiente, si hay alguien a quien verdaderamente puede aplicarse la palabra valiente es a Alejandro Rozitchner. Valiente en todos los aspectos de su vida. No solo hijo valiente y muy valiente, también amigo valiente y sincero. Hombre, amante marido, padre ejemplar y valiente. Pensador libre, jugado, sensible y por todo eso también valiente. Capacitado para hacerle frente a cosas a las que la mayoría de la gente teme y queda a medio camino, y por eso también Alejandro es una persona diferente y especial. Como se ha visto en varios, genera mucha admiración y por lo tanto grandes envidias. No importa, él registra y respeta a cualquiera que se le acerca, a diferencia de tantos que no pueden ni espiar algo diferente. León Rozitchner es un gran padre, presente siempre que se lo busque y necesite, cariñosísimo. Ha logrado dedicarle palabras de amor a su hijo más allá de las diferencias. Limitaciones ¿quién no las tiene?, no estamos hablando de eso. Es cierto los dos son guerreros. Poderosos guerreros. Claro que “no nacemos de repollos”, está bueno tenerlo siempre bien presente. Tu tono Tomás es tan aséptico que por momentos me congela, pero te siento cerca cuando decís: “Me gustaría que cuando un periodista como el citado insulta a su hijo, usando descaradamente su nombre, salga a defenderlo públicamente”. A mi también me gustaria.



http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2007/06/28/palos-y-astillas/#comment-10963

Sitio de Ximena: http://www.vamosviendo.com/

martes, 19 de febrero de 2008

Edith Aron, su propia 'maga'

La mujer que dicen que inspiró a Cortázar publica sus "rayuelas" en España.

Edith Aron está a punto de cumplir 80 años y conserva la mirada y la ingenuidad que la convirtieron para muchos en la joven que en los años cincuenta de París inspiró la Maga de Rayuela, la novela más famosa de Julio Cortázar.

Se vieron en un barco, a mitad de siglo, pero aunque vivían en Buenos Aires ese viaje común no los puso juntos; después, ya en París ambos, vivieron la amistad y la bohemia de aquellos años, y ella se hizo una figura de aquel conglomerado latinoamericano que hizo de París lo que cuenta Rayuela.

Ella estaba ayer en Madrid, presentando su propio libro, 55 Rayuelas, publicado en la colección La Otra Orilla por la editorial Belacqua. "¿Yo la Maga? Yo soy mi propia persona".

Es una mujer especial. Vive en Londres, con su hija, Joanna Bergin, cantante de ópera; al lado de su casa está el paso de peatones que cruzaron los Beatles para hacerse la foto más famosa de la historia de la música pop, y un día hasta allí se acercó Julio Cortázar, para saludarla por última vez en la vida, en 1977. Él moriría unos años más tarde. Ella nunca se recuperó de una "traición indigna de Julio", que impidió que salieran en alemán (la lengua natal de Edith) unos cuentos suyos traducidos por ella.

Cortázar apareció en la casa, él jugó con Joanna, que entonces era una niña, y se fue. La reconciliación acaso está en el alma, y en cierto modo en este libro, pero aún no puede estar en las palabras. Internet le ha ayudado a aliviar su rabia: ahí, en la Red, están las traducciones que Cortázar impidió que estuviera en forma de libro.

Pero Julio fue su amigo y, "en cierta manera, mi profesor"; le enseñó muchas cosas, y sobre todo le relacionó con un mundo, el latinoamericano, "que hoy me sigue emocionando". Y se emociona de veras, sus ojos se humedecen, cuando recuerda qué le apasiona de este universo "que me tiene más feliz en Madrid o Barcelona que en Londres o en Berlín". Aunque en ningún momento ella acepte que fue la Maga, estas 55 Rayuelas que figuran en el frontispicio de su nuevo libro (tiene otros, El tiempo en las maletas y Las casas falsas, "¡y tengo el triple en mis cajones!") le parece un buen título: "Fíjese: yo siento que él fue mi profesor en muchas cosas, y estas rayuelas significan mucho como expresión de mi gratitud"; pero cuando recibió el paquete de libros que le envió la editorial, "puse encima de la portada, ésta en la que se ve la rayuela", como en la primera edición latinoamericana de la famosa novela, "un papel que decía, en alemán, Mein Buch".

No es Rayuela, ni lo pretende, una carta a Julio, que sale "cuando es importante", pero refleja en muchos de sus cuentos o rayuelas el mundo que ahora resulta ya definitivamente cortazariano y rayuelino. He aquí, por ejemplo, una frase que parece extraída de las ocurrencias surrealistas, e incandescentes, de aquella Maga de la que varias generaciones hubieran querido estar enamoradas: "Cuando íbamos a hacer las compras con mi madre, cogíamos la Obere Alleestrasse, que estaba rodeada de acacias. Allí fue donde pregunté: 'Mami, en realidad, ¿qué significa en realidad?".

El libro no es el pago de ninguna deuda, sino el efecto de su pasión por la escritura, que acaso se le aceleró en aquellos años en los que Rayuela aún no era un libro, sino una manera de vivir. Detrás de su propia escritura ella ve, sobre todo, "a los latinoamericanos, y a ellos me abrió Julio; aparte de que me apasionan los cuentos de Joseph Roth, vuelvo siempre a Borges, a Bioy, a Silvina Ocampo, a los que he traducido al alemán... Ahora creo que voy a leer a Juan Carlos Onetti, me hablan tanto de él. Y Elías Canetti. ¿Usted conoce a Canetti? Qué grande es Canetti".

En Rayuela hay algunas pistas que llevan a Edith como la Maga, y aunque ella ahuyenta esa suposición salta como una espectadora asombrada cuando se le nombra a Mondrian, un personaje fundamental en la historia del arte que se contiene en la novela de Cortázar. "¿Mondrian? ¡Pero es maravilloso!".

Vuelve hoy a Londres, a la bruma que rodea un mundo (el mundo entero) que está ahora "peor que nunca". "¿Ha visto usted el horror que ha pasado en Virginia? Ese idiota segando tantas vidas". Soñadora, como en muchas partes de sus 55 Rayuelas, Edith Aron vive a sus 80 años como si aún tuviera detrás el asombro de vivir y la rabia de despertar. Abrió los ojos en París, dice, y ni en sueños los ha cerrado. Son potentes. Imposible decir si fue la Maga. Pero se le parece mucho...

La colección personal de cuentos de Cortázar


Este libro, 'Cuentos inolvidables según Julio Cortázar' (Alfaguara) reúne diez de los relatos preferidos del autor de 'Rayuela'.

Que el escritor argentino Julio Cortázar era un lector furibundo de cuentos es algo conocido. En muchas ocasiones -en conferencias y entrevistas- dejó ver cuáles eran sus razones para preferir ese género y enumeró algunos de sus relatos preferidos. En su texto Algunos aspectos del cuento, Cortázar escribió:


"... ¿No es verdad que cada uno tiene su colección de cuentos? Yo tengo la mía"... y siguió con una lista en la que estaban autores como Jorge Luis Borges, Truman Capote y Ernest Hemingway. Cortázar era lector de cuentos de temáticas diversas -con predilección por la ciencia ficción- y de estilos muy variados, aunque sentía preferencia por autores de habla inglesa.


Entre ellos los cuentos están Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius, de Borges; William Wilson, de Poe, y La casa inundada, de Felisberto Hernández. Completan la lista relatos de Ambrose Bierce, Truman Capote, Henry James, León Tolstoi, Juan Carlos Onetti, Leonora Carrington y Katherine Mansfield. Buenos cuentos...